martes, 19 de febrero de 2013

Llueve violeta


Llueve. Llueve violeta. O lila. Y tapa la acera.
Canta. Canta bonito. Y así, espera que llueva.

La primavera te pone de mejor color, piensa Srita Tilo. Piensa como su madre, cuando le reprochaba que pasaba horas en su habitación y se perdía el sol. La Srita Tilo renace junto con las flores y es muy habitual verla sentada en algún banco de las ramblas de la Diagonal 73, esperando que llueva, que llueva violeta o lila y que se tape la acera, como suele cantar, para mirar sus pies a los pies del Jacarandá e imaginar que si se queda inmóvil allí, su piel mejor color tomará.
La Plata tiene ramblas, anchas y angostas, varias y distintas. Como quien dice, variopintas. “Pero las de diagonal 73 son las que mejor lucen cuando el jacarandá florece durante el mes de noviembre”, acota Srita Tilo cuando nos encontramos charlando sobre las calles de la ciudad, algunas con su trazo original y otras adaptadas a los tiempos que corren… que corren en autos, cada vez más y más veloces. Esta diagonal 73 nace en el vértice inferior izquierdo del cuadrado fundacional donde confluyen las calles 72 y el boulevard 120, y termina en el otro extremo del plano, donde las avenidas 31 y 32 se unen. Como saeta cruza la ciudad en perpendicular a la diagonal 74 y su recorrido atraviesa las plazas Matheu, Rocha, Moreno, Azcuénaga y Alberti. Pero es entre las calles 1 y 12 que el Jacarandá despliega todo su esplendor.
"Hay dos maneras de saber que uno llegó a la ciudad de La Plata", le dijo una vez un amigo con intenciones de venir (de muy lejos para él, de muy cerca para ella). "La primera es que, irremediablemente, uno se siente perdido en la primera diagonal que toma con el auto; y la segunda, que invariablemente uno abre la ventanilla para preguntar y es sorprendido por el aroma encantador de los tilos." Créase o no, la Srita de mismo nombre le contestó: "Es una ciudad pensada. A un estado de nervios le sigue un estado apacible. Su fundador no querría que te fueras... y yo tampoco." Su amigo sonrió. "Ni que lo digas. Una ciudad encantadora. Como sus mujeres." Y con ese encanto lo recibió una tarde, lo llevó a pasear por las ramblas y le habló de la lluvia lilácea hasta que el sol se escondió.
Tres meses pasaron ya de esa explosión de color. Y llueve. Llueve del color del agua... Hoy, la Srita Tilo no canta con color. La lluvia que venía anunciándose hace días con su rum rum lejano, dio cuenta de que el verano ya está entrando en su etapa final. Flores, plantas, gorriones y perritos de la calle, respiran aliviados luego de varios días de "¡40 grados a la sombra!" como exclamó el verdulero de la avenida 60. Sensación o no, el calor era agobiante. Y la lluvia de verano dio espacio al frío reparador aunque al decir de los ojos de la Srita Tilo, no lo parecía. Pero sí, lo era.
Aun así, no te vayas febrero. No quiero dejar atrás las mañanas de silencio y gorjear de pájaros; el sabor dulce de la fruta deshecha en la boca; el abrazo embriagador del sol sobre la piel desnuda; el sonido de las fuentes y dispersores del parque, entre risas de chicos jugando; largos atardeceres y noches de ventanas abiertas. 
"No te vayas febrero. No creo estar preparada aún para recibir a marzo"; diciendo lo cual, la Srita Tilo cerró su ventana y quién sabe si mañana la abrirá.-